Sobre el temido y terrible fin del mundo que la humanidad espera, os digo, que ese fin que no vendrá; mis palabras del Segundo Tiempo (Segundo Testamento) se referían a un mundo materializado y científico que no me honra, ni me ama, ni me reconoce.
Ahí tenéis el fruto de la mala interpretación que se le ha dado a las escrituras de los tiempos pasados, cuyo lenguaje divino no ha sido encontrado todavía en el fondo del lenguaje humano con que fueron escritas las revelaciones y las profecías. Muchos van hablando del fin del mundo, del juicio final, de la muerte y del infierno, sin saber un átomo de la verdad.
La Tierra no está manchada, es bendita y pura; son los hombres los que han manchado su corazón. El mundo material, el planeta, no está próximo a su desintegración, pero el fin de ese mundo de errores, de pecados, de tinieblas y mala ciencia y de materialismo, sí tendrá su fin.
Desechad la creencia que tenéis acerca del «Día del juicio», que no es un día de los vuestros, porque es un tiempo, y el fin del mundo no es el del planeta en que vivís, sino el de la vida egoísta que sobre él habéis creado.
Esta es la continuación de mis lecciones, más no el fin de este planeta. El mundo seguirá girando en el espacio los espíritus llegarán aún a la Tierra a encarnar para cumplir su destino; los hombres seguirán poblando la Tierra; sólo la forma de vida cambiará.
Las transformaciones que la vida humana sufra serán tan grandes, que os parecerá como si un mundo se acabara y naciese otro.
En este nuevo mundo, Yo levantaré un nuevo mundo de progreso y de paz.
Confiad en Mí, velad y orad, sed los sembradores incansables, para que esta noche tempestuosa deje asomar la luz de la nueva aurora y la Tierra sienta como sus nuevos moradores vienen a sembrarla con obras nobles, restaurando y reconstruyendo cuanto los insensatos y profanos destruyeron y mancharon.