¿Cómo es Dios, el Creador de la vida y en dónde está?

Existen quienes dicen: Dios está en les cielos, otros: Dios habita en el más allá; pero no saben lo que dicen, ni conocen lo que creen. Ciertamente que habito en los cielos, pero no en el lugar determinado que habéis imaginado; Yo habito en los cielos de la luz, del poder, del amor, de la sabiduría, de la justicia, de la felicidad, de la perfección.

Yo estoy en el más allá, sí; pero más allá del pecado humano, más allá del materialismo, de la soberbia, de la ignorancia.

No os conforméis con saber ésto, es necesario que me sintáis para que me dejéis manifestar en vuestras obras, deseo que que hagáis de vuestro corazón mi morada, para que en ella sintáis mi presencia.

Sin embargo muchos no me encuentran en su propio corazón, porque son como templos cerrados. La paz y la luz que en ellos existe, quedó oculta.

Dejad de materializarme en tronos semejantes a los de la tierra, despojadme de la forma humana que siempre me atribuís, dejad de soñar con un cielo que  vuestra mente humana está incapacitada para concebir; y cuando os libertéis de todo ello, será como si rompieses las cadenas que es ataban, como si una elevada muralla se derrumbase ante vuestra vista, como si una espesa niebla se disipase, permitiéndoos contemple un horizonte sin límites y un firmamento infinito, luminoso, pero a la vez accesible al espíritu.

Os digo esto, porque muchos me han representado en la forma de un anciano cuando piensan en el Padre, y Yo no soy un anciano porque estoy fuera del tiempo, mi Espíritu no tiene edad.

Si pensáis que he dejado mi trono por venir a comunicarme con vosotros, estáis en un error, porque ese trono que vosotros os imagináis, no existe; los tronos son para los hombres envanecidos y orgullosos. Mi Espíritu, siendo infinito y omnipotente, no habita en un lugar determinado, está en todas partes, en todos los sitios, en lo espiritual y en lo material. ¿Dónde está ese trono que vosotros me atribuís?

De Mí no podréis decir en qué dirección está mi reino, y cuando elevéis vuestra mirada a las alturas, señalando hacia los cielos, hacedlo sólo como algo simbólico, porque vuestro planeta gira sin cesar y en cada movimiento os presenta nuevos cielos y nuevas alturas.

Ya no tratéis de darme forma material en vuestra mente, porque no existe forma en mi Espíritu, como no tiene forma la inteligencia, el amor, ni la sabiduría.

Los creyentes y los incrédulos de mi existencia de todos los tiempos, hubieran deseado contemplarme visible a los ojos humanos, materializa­do en alguna forma, y ¿Porqué habéis de atribuirme forma si en cuanto a espíritu no la tengo?

Soy visible y tangible tanto a los ojos de vuestro espíritu como a los del cuerpo pero es menester que sepáis mirar. Es injusto que digáis que Dios se oculta a vuestras miradas. Siempre estoy presto a dejarme mirar, pero vosotros, siendo ciegos teniéndolo todo a vuestro alcance, no lo sabéis ver y muchas veces, palpándo­me no os dais cuenta de mi presencia.

Unos me han visto, con el corazón, otros con la mente y otros con el espíritu, me habéis contemplado.

¿Cómo es posible que el Espíritu de Dios habite en vosotros? A lo cual os digo que basta que observéis cómo a vuestro cuerpo no le falta un instante el aire que respira para poder vivir; así, de la misma manera mi Espíritu se infiltra en vuestro ser para que poseáis la luz y la fuerza del Padre, que son vida eterna.

Es menester que el hombre sepa que me lleva en sí, que en su espíritu y en la luz de su conciencia tiene la presencia pura de lo divino.

¿Cómo es que estando yo en vosotros, no sabéis sentirme? Unos me buscan en la naturaleza, otros solo me sienten más allá de todo lo material, más de cierto os digo, que en todo y en todas partes estoy. ¿Por qué habéis de buscarme siempre fuera de vosotros, cuando también en vuestro ser me encuentro?

Me siente en sí, el que lleva paz y pureza en su corazón, aunque Yo estoy en todos los espíritus por mucho que hayan pecado. El que ha sido, no morirá jamás y quien existe, me lleva en sí, porque Yo soy la Vida.

Meditad: si Yo estoy en vosotros ¿Adónde me habéis llevado cuando pecáis?

Recordad que os dije: Quien me busca me encuentra, quien busca, halla. Vosotros me habéis buscado y os encontráis delante de Mi.

Si caminais como ciegos y no contemplais esta luz; si sois perezosos, si os perdeis del camino, no me culpeis a Mí, porque doquiera estéis me encuentro hablándoos en distintas formas; reconoced que algún esfuerzo tiene que hacer aquel que quiera encontrarme.

No temáis perderos por querer encontrarme, que no sólo soy Yo el final, sino también el camino. El que quiera llegar a Mí, venga por el camino de la humildad, de la caridad, de la sumisión y acreciente su anhelo de perfeccionamiento en el amor.

Habéis luchado mucho para transformar vuestras creencias, y aún tendréis que esforzaros más para alcanzar la meta espiritual a que os he destinado, que es la de conocer a vuestro Dios y Padre Creador, amarle y rendirle culto a través del espíritu; entonces comenzaréis a presentir la verdadera gloria del espíritu, aquel estado de elevación, de armonía, de paz y bienestar, que son el verdadero paraíso a donde todos habréis de llegar.

Comprended que no es justo que el mundo se extravíe cuando lleva en su corazón el camino, ni que se confunda entre las tinieblas de la ignorancia habitando entre tanta luz.

Si me buscáis en cuanto os rodea en la Tierra, en el aire, en el espacio, en la luz, ahí me veréis, si buscáis mi presencia en la más insignificante criatura, en la hoja de un árbol que mueve la brisa o en el perfume de una flor, ahí me encontraréis, ahí descubriréis la huella del amor con que el Creador rubrica todas sus obras.

Sentid mi amor en vuestro ser para que comprendáis que existo, y podáis concebirme en mi verdad, en la realidad de mi grandeza, y ya no a través de fantasías forjadas con vuestra escasa imaginación humana.

Aunque no existiesen religiones en el mundo, os bastaría concentraros en el fondo de vuestro ser para encontrar mi presencia en vuestro templo interior; también os digo, que bastaría observar cuanto la vida os ofrece, para que encontraseis en ella el libro del saber, que a cada paso os muestra sus más bellas páginas y sus más profundas lecciones.

Cuán lejos me creíais de vosotros, y en realidad, qué cerca estoy, os digo que tenéis más lejos de vuestros ojos las pestañas, que mi Espíritu del vuestro.

Nadie puede huir de mi presencia, no existe morada o sitio alguno donde podáis ocultaros de Mi, porque doquiera que vayáis, estoy con vosotros y doquiera que os encontráis, estáis en Mi. Mi Espíritu divino, no reconoce distancias ni barreras, en cualquier forma estoy con vosotros porque mi presencia es universal.